Apostemos por los mercados libres
Guatemala, 21 de febrero 2020
Somos pobres porque nunca hemos dejado operar libremente al mercado. ¿Qué significa eso? Veamos.
En mi columna anterior explicaba que las únicas tres (3) funciones de los gobiernos (nacional, departamentales y municipales) son la seguridad, la justica y las obras de infraestructura (carreteras, puentes, etc.). Asuntos como la agricultura, la ganadería, la alimentación y el medio ambiente; el trabajo, los salarios y la economía; la educación, la atención médica, la vivienda y las jubilaciones; y el arte, la cultura y el deporte, son asuntos que deben ser completamente privados, es decir, en los cuales no debe interferir el gobierno. Los productos y servicios derivados de estas actividades pueden ser ofrecidos con eficiencia y calidad por el mercado. Pero, ¿qué es el mercado?
Es el proceso mediante el cual nosotros los ciudadanos compramos y vendemos lo que producimos. Así sean papas, leche o huevos; agua limpia o madera, servicios bancarios, educación, medicinas o seguros de vida; partidos de futbol, artesanías o pinturas, todo esto es posible intercambiarlo pacífica y voluntariamente a través del mercado. Para que en el mercado se ofrezcan productos en abundancia, a buen precio y de buena calidad es necesario que el gobierno no interfiera en esas actividades. Por eso: ¡más ayuda el que no estorba!
Los gobiernos estorban cuando, mediante leyes malas, crean ministerios y oficinas que supuestamente ayudarán en estos asuntos. Eso los obliga a establecer altos, muchos y especiales impuestos, tasas o arbitrios. Todo ello deforma los precios de mercado e impide el ahorro, la inversión y la generación de empleo. De ahí la pobreza, la violencia, la inmigración, el rompimiento de las familias y el desorden que vemos. ¡Apostemos por los mercados libres!
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